viernes, 22 de noviembre de 2013

"Serendipity" Capítulo III: Miedos.

El miedo es toda perturbación del estado de ánimo, que produce angustia, causada por la presencia de un riesgo o daño real, o fruto de nuestra imaginación.
Si a un niño le preguntas por sus miedos, lo más probable es que te hable de personajes que, aún siendo creados por su imaginación o de los cuales no tiene constancia de su existencia,suponen un grave riesgo para él.
Según avancemos cronológicamente, esos miedos irán cambiando y acercándose un poco más a la realidad, por ejemplo, tener miedo a la oscuridad es algo real.
Sin embargo, hay un miedo que ella nunca llegará a entender. El miedo a morir.
Tenemos miedo de cosas o situaciones que sabemos que nos causan un mal.
Cuando apagan la luz, noves, lo que provoca que te sientas indefenso ante las cosas que pasan a tu alrededor.
Cuando miras hacia abajo desde una azotea, sientes vértigo  que es el miedo a precipitarse desde gran altura, porque sabes qué ocurrirá si caes.
Ahora bien, tener miedo a la muerte es temer algo que no sabes que consecuencias te va a traer. Siempre hablando de la muerte de uno mismo. 
Otra cosa es que no quieras morir. Ella no quería morir.
La mayoría de las personas, al preguntarlas por qué no quieren morir, te dirán que porque quieren vivir, y es algo lógico, el instinto de supervivencia es algo natural en el hombre.
Sin embargo, las razones por las que ella no quería morir iban un poco más allá.
Ella no quería morir porque aún no sabía cuál era el sentido de la vida.
Consideraba que teníamos que valer para algo más que nacer, crecer, relacionarnos, reproducirnos y morir. Y para eso necesitaba tiempo, y la vida es limitada. Y sería más lógico temer a una vida a la cual no encuentras el sentido, que a la muerte en sí.
Y por eso cuando murió hubo una ausencia total de miedo. 

lunes, 11 de noviembre de 2013

"Serendipity" Capítulo II: Retroceder.

Ella sabía que moriría joven. Pero ella sabía muchas cosas más.
No era una chica excesivamente lista, o por lo menos no se esforzaba en serlo. Inteligente tal vez sí. Porque todos sabemos cuál es la diferencia, o deberíamos saberla, ella lo sabía. 
También sabía que no todas las personas son iguales, y por eso las trataba de forma diferente a cada una de ellas. 
Y sabía que si algo salía mal era mejor arreglárselas sola. 
Eso es lo que veía en su madre. 
Su madre era de esas personas que nacen sabiéndolo todo, no literalmente, claro. Ella sabía que nunca sería tan perfecta, pero, como de costumbre, tampoco se esforzaba por intentar serlo.
A su padre le ponía un poco nervioso esa perfección, pero supongo que la amaba. 
Su padre era el polo opuesto a su madre. Ella no pensaba por ello que fuese peor, ni mejor, simplemente diferentes. Como diría Aristóteles, ella era el justo medio de esos dos extremos. Y lo sabía. 
También sabía lo que pasa si juntas agua y aceite, y lo extrapolaba a las relaciones personales, y así con otros casos similares. Cosas simples que se comparan con cosas complejas. 
Y sabía que algún día no le saldría bien. Porque no puedes seguir un patrón cuando se habla de personas, sería imposible. 
Un patrón es aquel modelo que sirve de muestra para sacar otra cosa igual o con gran semejanza.
Sabía que aunque las personas pudiésemos parecer iguales o muy semejantes a simple vista, no lo éramos. 
Y desechó el concepto de muestra que había aprendido en sus clases de estadística para agrupar a todo un conjunto de personas. 
También sabía cosas menos útiles. Sabía cuál era la diferencia entre el hielo y el cristal, y todas esas preguntas que te hacen los psiquiatras para saber si eres listo, o por lo menos para saber si no eres muy tonto.
Sabía que cada uno destaca "en lo suyo", sin embargo desconocía qué era lo suyo. Y tal vez por eso era una persona que no destacaba mucho. 
Muchas veces se lo preguntaba. "¿Qué será eso que me hace diferente al resto?" Pero siempre que encontraba algo se daba cuenta de que había otra persona que lo hacía aún mejor, o que simplemente no era lo suficientemente especial como para considerarlo el don que dicen que todos tenemos. Porque cuando se habla de dones, todos se imaginan habilidades especiales, de ésas que atraen a la gente y hacen que se les quede la boca abierta.
Ella no recordaba haber causado nunca esa reacción en alguien. Y no sabía por qué, y el hecho de no saberlo la asustaba. 
Sentía que ese don era parte de la identidad de una persona, y el pensar que no tenía, la producía una sensación de inseguridad que la llevaba a sentirse desplazada. Nadie nunca la recordaría como aquella chica que era tan buena haciendo tal cosa, o que destacaba por esa otra. 
Y tenía miedo.