lunes, 11 de noviembre de 2013

"Serendipity" Capítulo II: Retroceder.

Ella sabía que moriría joven. Pero ella sabía muchas cosas más.
No era una chica excesivamente lista, o por lo menos no se esforzaba en serlo. Inteligente tal vez sí. Porque todos sabemos cuál es la diferencia, o deberíamos saberla, ella lo sabía. 
También sabía que no todas las personas son iguales, y por eso las trataba de forma diferente a cada una de ellas. 
Y sabía que si algo salía mal era mejor arreglárselas sola. 
Eso es lo que veía en su madre. 
Su madre era de esas personas que nacen sabiéndolo todo, no literalmente, claro. Ella sabía que nunca sería tan perfecta, pero, como de costumbre, tampoco se esforzaba por intentar serlo.
A su padre le ponía un poco nervioso esa perfección, pero supongo que la amaba. 
Su padre era el polo opuesto a su madre. Ella no pensaba por ello que fuese peor, ni mejor, simplemente diferentes. Como diría Aristóteles, ella era el justo medio de esos dos extremos. Y lo sabía. 
También sabía lo que pasa si juntas agua y aceite, y lo extrapolaba a las relaciones personales, y así con otros casos similares. Cosas simples que se comparan con cosas complejas. 
Y sabía que algún día no le saldría bien. Porque no puedes seguir un patrón cuando se habla de personas, sería imposible. 
Un patrón es aquel modelo que sirve de muestra para sacar otra cosa igual o con gran semejanza.
Sabía que aunque las personas pudiésemos parecer iguales o muy semejantes a simple vista, no lo éramos. 
Y desechó el concepto de muestra que había aprendido en sus clases de estadística para agrupar a todo un conjunto de personas. 
También sabía cosas menos útiles. Sabía cuál era la diferencia entre el hielo y el cristal, y todas esas preguntas que te hacen los psiquiatras para saber si eres listo, o por lo menos para saber si no eres muy tonto.
Sabía que cada uno destaca "en lo suyo", sin embargo desconocía qué era lo suyo. Y tal vez por eso era una persona que no destacaba mucho. 
Muchas veces se lo preguntaba. "¿Qué será eso que me hace diferente al resto?" Pero siempre que encontraba algo se daba cuenta de que había otra persona que lo hacía aún mejor, o que simplemente no era lo suficientemente especial como para considerarlo el don que dicen que todos tenemos. Porque cuando se habla de dones, todos se imaginan habilidades especiales, de ésas que atraen a la gente y hacen que se les quede la boca abierta.
Ella no recordaba haber causado nunca esa reacción en alguien. Y no sabía por qué, y el hecho de no saberlo la asustaba. 
Sentía que ese don era parte de la identidad de una persona, y el pensar que no tenía, la producía una sensación de inseguridad que la llevaba a sentirse desplazada. Nadie nunca la recordaría como aquella chica que era tan buena haciendo tal cosa, o que destacaba por esa otra. 
Y tenía miedo. 

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